Nuevas Universidades en Chiapas, una estrategia que hay que pensar

Carlos Antonio Trejo Sirvent/Chiapas Digital
No hay duda que la correlación entre el desarrollo de un país y la calidad de sus universidades es casi perfecta. Así, Estados Unidos, el país más rico del mundo, tiene ocho de las diez mejores universidades del mundo de acuerdo a los rankings universitarios más prestigiados. Solo el Tecnológico de Massachusetts (MIT por sus siglas en inglés), produce más patentes por año que todos los países de América Latina. Bajo esta premisa, los países menos desarrollados deberían impulsar la educación superior de calidad como una estrategia para lograr mayores niveles de desarrollo. Sin embargo, vemos con desilusión que en lugar de considerar esta alternativa en las políticas públicas de México, se hace exactamente lo contrario, o si se hace, se hace mal.
Todos hemos oído la propuesta de la actual administración federal de crear cien nuevas universidades en México, como si estas fueran escuelas de educación básica o media superior. En Chiapas por ejemplo, se ha propuesto la creación de seis nuevas instituciones de educación superior, cuando sus universidades públicas distan mucho que desear en términos de cobertura, calidad y oferta educativa pertinente al desarrollo del estado. Las localidades propuestas para ubicar estas nuevas instituciones de educación superior, no cuentan ni siquiera con un número suficiente de bachilleratos que las nutran de estudiantes. Cualquier carrera que se abra en estas localidades, a la segunda o tercera generación de egresados habrá saturado completamente el mercado laboral del municipio o región donde se ubiquen.
Sucederá como en muchos otros lugares, por ejemplo, en Villaflores hay un exceso de agrónomos después de 40 años de creada la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad Autónoma de Chiapas, que desde entonces no ha diversificado su oferta educativa en la región frailesca. Lo mismo podríamos de decir de Pijijiapan con la licenciatura en pedagogía, de Pichucalco y Arriaga con su oferta de carreras administrativas o de la licenciatura en caficultura en el municipio de Ángel Albino Corzo. El mismo caso tenemos con los campus de la Universidad Intercultural de Chiapas en Oxchuc, Las Margaritas, Yajalón y Salto de Agua con carreras que los estudiantes no desean estudiar, los padres de familia no desean que sus hijos estudien y los empleadores no demandan. La Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas repitió la misma estrategia fallida en los campus de Acapetahua, Nueva Palestina, Mapastepec y Venustiano Carranza.
El mercado laboral en estos municipios es muy pequeño para dar respuesta a la demanda de empleo de los egresados en estas carreras. Terminan trabajando en otro campo profesional para el cual no fueron formados o migrando a otros lugares con mayores oportunidades de empleo. También, hemos oído o conocido a estudiantes del Tecnológico de Tuxtla Gutiérrez o de las universidades politécnicas que están migrando a los estados del norte del país en busca de empleo, pues para muchos egresados de sus ingenierías, no hay demanda en el mercado local de Chiapas.
Sabemos que muchos de estos campus de las universidades públicas en el estado han sido creados por caprichos o compromisos de los gobernantes en turno, a los que los rectores no se han podido o querido negar, ante la posibilidad de caer de su gracia o la imposibilidad de convencerlos de lo equivocado de su petición para el desarrollo estatal. Muchos gobernadores han creado universidades para presumir, según ellos, que en su mandato se crearon dos o tres universidades. Esto ha sido el común denominador en los tres pasados sexenios. Cerrar un campus o carreras profesionales, no es fácil, se oponen principalmente los sindicatos universitarios a que sus trabajadores sean liquidados o transferidos a otros lugares de adscripción. De ahí que se continúen ofreciendo las mismas carreras, condenando a los jóvenes estudiantes a engrosar las filas del desempleo o a migrar a otros destinos en busca de empleo acorde a su formación profesional.
Tenemos entonces diversos factores que nos aseguran que abrir universidades en municipios de baja población no es sinónimo de desarrollo. Entre estos factores están que hay pocos egresados de bachillerato en el área de influencia de las nuevas universidades, la oferta educativa es de difícil empleabilidad en los mercados locales, la dificultad de contratar académicos con altos estándares de capacidad académica, el incremento del personal administrativo aunado a la falta de financiamiento para infraestructura educativa para edificios, laboratorios y su equipamiento, incluyendo el acceso a Internet.
Hemos vistos que otorgar becas a estudiantes de educación superior en los municipios que no cuentan con este el servicio de este tipo educativo, no ha sido considerado en el pasado y parece que tampoco lo será en la actual gestión gubernamental. Una beca de educación superior permitiría a los estudiantes elegir entre diversas carreras, aquellas para las cuales tienen vocación y habilidades, de lo contrario, los estamos condenando a estudiar exactamente lo mismo que todos sus compañeros de bachillerato en campus que ofrecen carreras cuya calidad difícilmente será acreditada.
Desafortunadamente, todo parece indicar que los gobiernos federal y estatal optarán por la estrategia fallida de creación de nuevas universidades y campus universitarios en localidades de muy baja población, lo cual nuevamente no fortalecerá la calidad de educación superior y por ende, el desarrollo estatal.